¿Y si cortamos la semana con un cafecito en La Biela?
A metros se encuentra Plaza Francia y sus artesanos, uno de los grandes atractivos que tiene este rincón de la ciudad de Buenos Aires
Hoy no dan ganas de hacer nada.
Pero partir la semana para tomarse un cafecito en La Biela, leyendo el diario, como un bon vivant....¿qué más se puede pedir?
¿Qué tiene que ver el nombre de la pieza de un automóvil con uno de los bares más notables y elegantes de la ciudad de Buenos Aires?
Lo cierto es que para 1950, un grupo de jóvenes amante de la velocidad de sus vehículos motorizados decidieron organizar “picadas” de autos en distintos lugares de la ciudad. Uno de ellos fue la Recoleta.
La historia dirá que a uno de ellos, “Bitito” Mieres, se le rompió la biela de su auto justo en la esquina de Junín y Quintana.
Y por ese accidente, él desafortunado piloto y sus amigos se reunieron para “pasar el mal trago” en el bar de la esquina donde había ocurrido el altercado y lo bautizaron desde entonces “La Biela Fundida”. Pasaron los años, y el lugar paso a conocerse simplemente como “La Biela”.
Hoy, todo ha cambiado y las mesas de este mítico bar fueron visitadas por notables personajes de todos los ámbitos: Bioy Casares, Cortázar, Serrat, Sabina y más...
Poco más de 150 años atrás, Recoleta se reducía a unas pocas casas -que nada tenían que ver con las mansiones y palacetes que les continuaron-, el convento de los monjes Recoletos y una iglesia.
En ese entonces, las personas de máximo poder adquisitivo de Buenos Aires se encontraban en el barrio de San Telmo y tenían sus campos de veraneo en Olivos, San Fernando o El Tigre.
Y fue justamente por aquellos años cuando se comenzó a construir, en el barrio de Recoleta, el actualmente reconocido bar.
En 1810, año de la Revolución de Mayo, y hasta 1816, los terrenos en donde hoy se ubica La Biela –Av. Quintana al 600– fueron propiedad de la Virreina Vieja, Doña Rafaela de Vera y Pintado, viuda de Joaquín del Pino, quien fue Virrey del Río de La Plata entre 1801 y 1804.
La fiebre amarilla, durante la década del 70 del siglo XIX, hizo que las familias pudientes de San Telmo emigraran hacia el otro extremo de la ciudad, instalándose progresivamente en La Recoleta. Así, se a poco, la identidad del barrio fue cambiando, que pasó a ser uno de los sitios más aristocráticos de la ciudad.
A este bar, donde actualmente concurren los más recocidos personajes del mundo político y artístico, lo empezaron a hacer conocido los amantes de los automóviles. Incluso fue una sede improvisada de la Asociación Argentina de Automóviles Sport, cuando los fanáticos del volante le decían “La Secretaría”.
Finalmente, en 1999, La Biela fue declarada como Sitio de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.