Otra locura de Marta....el lobo marino de alfajores Havanna
"La Minujin" es sinónimo de arte con mayúscula. Un don que tiene y lleva a dónde viaja. Gracias por ser argentina.
Este finde largo millones de argentinos van a visitar Mar del Plata. y van a pasar frente al "lobo marino de oro" o de "alfajores" o "dorado" o "gigante", porque cada cuál lee lo que quiere del arte, y lo resignifica como lo ve, y eso es bueno, porque es la forma de que el arte nos llegue a todos, más allá de como fue concebido el objeto por su artista.
Si existe un artista que entiende esto a la perfeccción, esa es la genial Marta Minujin, que desde hace décadas viene dejando en Argentina huellas imborrables que forman parte de nuestro ADN iconográfico popular.
En un lugar privilegiado del umbral de entrada del Centro Cultural marplantense, el lobo dorado puede avistarse desde muy lejos y cuenta con una historia rica en imaginación y ejecución. Creado para la inauguración de ese espacio cultural en el que se desarrollan todas las expresiones artísticas, es más que una estatua.
¿Arte efímero o arte perpetuo? La pregunta puede tener mil respuestas si la artista que lo imaginó y concretó es Marta Minujín. Dotada de una versatilidad y creación infinitas, renombrada por su constante rebeldía, se inició en los años sesenta en la ciudad de Buenos Aires junto a otros vanguardistas.
Desde su obra inaugural, “La Menesunda” en el Instituto Di Tella, que paralizó Buenos Aires en los 70, hasta la actualidad, la creadora no ha detenido su potencial imaginativo, provocador. Ella sugería mirar el arte desde un ángulo más sensorial y, a través de varias habitaciones, se vivían acciones y emociones de distinto tipo en las que era imposible dejar de involucrarse.
Pasaron gobiernos, décadas y situaciones, y un día llegó el Lobo Marino gigante a Mar del Plata en 2013, para dejar boquiabiertos a todos.
La idea fue impactar con una obra monumental a partir de dos figuras representativas de la ciudad: el lobo de mar y los alfajores marplatenses por excelencia. Lo logró. todo el mundo habla de este famoso lobo.
Los primeros bocetos tuvieron como modelo las moles de piedra que se encuentran en la rambla. Luego había que encontrarle la vuelta para ver cómo armar una estructura lo suficientemente fuerte para soportar las láminas de metal que forman parte de la “piel” del lobo marino, más los envoltorios de alfajores sostenidos sobre estas.
Todo se pudo concretar y finalmente llegó el día en que Minujín presidió el acto de desarmar el exterior de su obra y entregar a cada uno de los presentes una cubierta de alfajor, y así compartir su pieza artística. Hasta ese momento, lo efímero.
Pero allí no terminó todo. Posteriormente, una vez que quedó a la vista la cubierta metálica que recubre al lobo, los diez metros de altura de esa figura magnífica comenzaron a brillar con su color oro original. A partir de ese momento, el arte duradero tomó partido.
Esta expresión artística y popular de la multifacética y vertiginosa Marta Minujín quedó depositada para siempre en ese ángulo del museo.
Como ella misma expresara: “¡El arte sana, cura, salva y es eterno!”.
Gracias Marta por tanto amor.