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A copa do mundo é verdeamarela

Brasil 3 - Croacia 1.

Junio lluvioso en Buenos Aires. ¿Y qué?, soy feliz, comenzó la fiesta por la que tuvimos que esperar cuatro años y un día. Brasil se vistió con su característico verde-amarelo y se abrió al mundo como una flor. La TV prendida desde las 9 da manha. Esperé con ansias hasta la noticia más ínfima que hablara de mi deporte favorito. Apenas pasadas las tres de la tarde, me arrojé sobre el sillón que no me extrañará en los próximos 30 días, porque no pienso despegarme de él ni para ¿cocinar, hacer los mandados, tomar una clase, mirar por la ventana, hacer un llamado, TRABAJAR? No, señores, sepanló, no me moveré ni para ir al baño.

Ni hablemos del show de apertura que, según dicen, costó 9 millones de billetitos verdes. ¿Esperábamos algo más? Sí, esperábamos el Brasil del carnaval, pero quizá eso lo reserven solo para la calle. Adentro del estadio Arena Corinthians, de São Paulo, la música que eligieron era digna… de una gala en el Colón. Queríamos calor, sangre en las venas, y nos dieron un pésimo sonido y unos gritos de perro apaleado. Ah, no, esos eran JLo y Pitbull, que vaya uno a saber el cachet que acordaron por desafinar de esa manera y pegar esos gritos guturales. ¿Algo lindo que contar? Sí, el abrazo entre Neymar y Kaká.

Queda el partido inaugural, manchado por una perlita del árbitro japonés Nishimura (algunos dirán que las perlitas fueron dos). Brasil y Croacia salieron a la cancha en medio de una ovación que puso los pelos de punta, como debe ser. Ni hablemos del himno brasilero, que cantaron de pie y hasta el final, cuando la música ya se había dormido.

¿Qué nos dejaron los primeros 90 minutos del mundial 2014? En primer lugar, un número en las estadísticas: el capitán croata, Srna (que se pronuncia Serna, pero no es Chicho), jugó su partido 113 con la camiseta de su selección y se convirtió en el jugador “más internacional” de su país. Más allá de los inventarios mundialistas típicos, pudimos ver a un Brasil muy desordenado y con muchas falencias en la defensa. A su rival no le fue mejor, los guardianes del fondo también fueron el talón de Aquiles del equipo. El tanteador se abrió a favor de Croacia gracias al defensor de Brasil, Marcelo. Mucho peinado afro pero “despejar” la tiene previa. No tardó en llegar el empate, de la mano de un paulista, el genial Neymar.

Pero lo desconcertante llegó cuando Croacia se movía con comodidad por la cancha. Un penal inexistente puso arriba en el tablero a un Brasil que no lo merecía. La sangre balcánica se arremangó el orgullo y siguió yendo al frente, pero no alcanzó. A cinco minutos del final Oscar se escapó en medio de una doble marca que nunca llegó a cortarle el paso. O no se animó. Según Latorre le dio mordida a la pelota. Escuché a Pagani decir que le pegó 3 dedos. Pero yo coincido con mi amigo Hervé, le dio de puntín. Y a mucha honra, ma´qué “jogo bonito ni jogo bonito”. No se va a desfilar a un mundial, se va a llenar la canasta ajena de goles, sea como sea.

Mientras Felipao puteaba al árbitro en cada jugada que lo desfavorecía (no me quiero imaginar qué hubiera hecho si perdía), y Niko observaba a sus dirigidos con su semblante cincelado en el museo de cera de Nueva York, el encuentro concluyó con gusto a mate amargo.

Quizá hayamos puesto la vara muy alta y ahora no nos conforma nada.