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El mismo sueño

Lo que nos une, más allá de las fronteras

Era sábado. Me levanté feliz luego de esa semi agonía de un viernes sin mundial.

Salí a caminar bajo el sol, con ese cosquilleo en el cuerpo de saber que en unas horas todo volvería a la normalidad. Mientras veía, a cada vuelta al parque, a un grupo de padres con sus hijos de 10 años (sí, se me antojó que todos deberían tener esa edad) tachando números en unas planillas hechas con computadora. Era un montoncito de gente, intercambiaban algo. Curiosa, quise saber de qué se trataba. Porque no era la primera vez que los veía. Desde hace dos semanas se juntan ahí, frente a la puerta de la Asociación de Amigos de la Astronomía.

En la próxima vuelta les pregunto, pensé. Y seguí andando step by step, como decía el mítico entrenador racinguista en plena debacle de 200,1 mientras sacaba campeones a los de Avellaneda.

Pensé en cómo vivimos un mundial, qué expresa, qué une. Todo eso mientras escuchaba la radio con auriculares y transpiraba al rayo de las 11 de la mañana. Hace dos días recibí un mensaje de Pablo, un amigo que vive en España. Me decía que quería estar acá… aunque creo que el “acá” se refería también a las calles embanderadas del rey del Amazonas. Y me cantaba por whatsapp el ya famoso “Brasil, decime qué se siente”. Al recordar ese mensaje me di cuenta de que la conexión es “tener un mismo sueño”. Por 30 días, seas de la nacionalidad que seas, lo vivas con mayor o menor intensidad, te vistas o no con la camiseta para ir a la oficina, compres o no un chaleco para el perro con los colores de tu selección, te juntes con la familia y 50 amigos o veas los partidos en total soledad, el sueño de creer en la posibilidad de salir campeón nos hace a todos una misma persona.

Brasil y Colombia ya están en 4tos. Chile y Uruguay recogieron la almohada y se fueron con su sueño a casa, a dormir 4 años más. Entre hoy y el martes se definen los 6 países restantes que seguirán en carrera. Pero Brasil no se vacía. Nadie se quiere ir a otra parte. No hasta el 13 de julio, cuando se decrete el cierre y alguien se vaya “de copas”.

En la última vuelta, cuando ya me despedía del parque, lo vi. Lo llevaba una nena en la mano. ¿Qué tenés ahí? Me salió de la boca, sin querer, todo atrevimiento. El álbum del mundial, me dijo con una sonrisa. ¿Y a qué se juntan acá?, insistí. A buscar las figuritas que no tenemos, me respondió. ¿Me regalás una?, pedí con descaro. Tomá esta, la tengo repe, y estiró el brazo con un sticker de Campbell, el tico que compró 100 paquetes para ver cómo había salido en la foto. Agradecí mientras el padre de la nena me miraba entre asombrado y con ganas de correrme a escobazos. La figu más difícil es la Messi, obvio, me dijo en voz alta mientras yo seguía mi camino sin querer saber nada más.