Llora, llora, la llorona
Brasil es noticia aunque no juegue
Después de una jornada con partidos decisivos tanto en Porto Alegre como en Brasilia, la noticia está lejos de ser cualquiera de las selecciones que disputaron los dos encuentros del lunes 30 de junio. Pero primero veamos qué pasó ayer:
Nigeria enfrentó a Francia con Enyeama, #elarqueroamigodeMessi, y le hizo partido. Les Bleus parecían no entender qué estaba pasando en el Mané Garrincha. Apenas si la tocó una vez el genial jugador merengue, Benzema. Eso sí, la bocha que tocó casi se clava en la red. Las águilas africanas fueron una y otra vez, esforzándose en cada jugada. Podría haberlo ganado y pasar a la historia por seguir rumbo a 4tos de final por primera vez. No pudo ser. A diez minutos de finalizar el partido Pogba trajo la brisa fresca que necesitaban los hinchas franceses que seguían nerviosos cada jugada desde las gradas. Enyeama salió en un corner a… hacer los mandados, y el negrito de la Juventus metió el cabezazo letal. El segundo llegó en los minutos de descuento, gracias a otro corner y a la patita en el momento justo de Yobo. Una patita mal puesta, porque lo hizo en contra.
Dos horas más tarde se verían las caras Alemania y Argelia. Pensé que los germanos les iban a pintar la cara de verde a los argelinos pero, para mi sorpresa y la de los teutones, los guerreros del desierto demostraron lo bien que les queda su apodo. No solo no se entregaron ante la credencial campeona de Alemania, aprovecharon los espacios que abrió la última línea germana, que jugó más adelantada que de costumbre. Esto provocó que Neuer, el muy buen arquero alemán, tuviese que salir a cortar jugadas fuera del área, como líbero de su equipo. Alemania dominó a Argelia, y también la pelotita que tuvo en posesión más del 70% del encuentro. Pero llegó el suplementario, sin goles y con calambres para repartir en ambas selecciones. Finalmente Schürrle acomodó los estantes de la alacena a los dos minutos del tiempo suplementario, mientras que Özil daba una mano hacia el final, para poner el 2 a 0 “no definitivo” (me sentí un poco Cobos escribiendo esta frase). Ah, ¿sí?, dijo Djabou (que no es Déjà vu), y les reboleó un par de tarros del estante para poner el 2 a 1, ahora sí, definitivo.
Sin embargo, en los medios brasileros –y en la calle, y en el mundo– la noticia es otra. Parece haber salido de un guión de Avenida Brasil, pero no. La realidad es que hay una pregunta que ronda en el aire y es ¿por qué lloran tanto los jugadores brasileros?
Hay quienes aseguran haber visto fotos de Dani Alves abrazado al osito de peluche de Neymar. Mientras tanto hablo con mi amiga Miss Iara, psicóloga de jugadores de fútbol. Sí, ya sé, no es lo mismo un pibito de la reserva de Ferro que los millonarios que están jugando en suelo brasilero. Pero la presión, aunque los motivos que la fuercen sean otros, es la misma, me dice Iara muerta de risa bajo un almohadón.
No sé por qué pero no logro creerle del todo. Argumenta la licenciada: los jugadores vienen de mundos diferentes, donde, en algunos casos, no tienen ni para comer. Están lejos de su familia y amigos, extrañan. Llevan encima el peso de que si no debutan en primera no son nadie. Miss Iara sigue, bla bla bla. Sigue con Ferro y ya no puedo escucharla. No me dice nada de los verdeamarelos, ni de sus lagrimitas y mocos al escuchar el himno o después de ganarle a México, ni de por qué el capitán Thiago Silva le pidió a Scolari que no lo mande a patear el penal. Miss I. me está cachando. Y yo no consigo pensar más que en conseguir una selfie con el osito del Menino da Vila.