Enero muy tormentoso, dicen que Febrero será mejor
Hay que tomar sol pero con mucho cuidado.
En lo que va del verano, ya comenzaron algunos indicios de lo que será Febrero, que dicen será mejor mes que Enero para veranear.
Calor, calor y más calor, pero lluvia, lluvia, y más lluvia pero los que saben del tiempo (¿será verdad que alguién sabe del tiempo?) aseguran que este verano finalmente va a ser caliente.
Y la pregunta que nos volvemos a hacer es la siguiente....¿Hay que quemarse, dejarse quemar o ponerse todo el bronceador que se pueda?
Desde que la humanidad tiene memoria, el color de la piel fue asociado primero con belleza y luego con salud.
Antes, el color “pálido” de la piel se asociaba con privilegios sociales, ya que las clases obreras tenían un bronceado permanente por estar trabajando todo el día expuestas al sol.
Esta forma de pensar la piel comenzó a cambiar de manera notable cuando en los primeros años de la década de 1920, comenzaron a surgir balnearios de playa que rápidamente se extendieron a lo largo de todo el planeta, haciendo del ocio una nueva forma de belleza que incluía “broncearse”.
¿Clases sociales en igual de condiciones? ¿Una nueva forma de sentir placer y disfrutar del dinero? Sí, y esta tendencia se multiplicó a lo largo de distintos países donde las aristocracias locales comenzaron a construir sus lugares de veraneo para disfrutar el sol como nunca antes lo hicieron sus propios antepasados.
En esos días, los acaudalados magnates, la realeza y las estrellas de cine imponían el ritmo de la moda y las tendencias sociales bajo el concepto de “Sol, salud, dinero y amor”.
Dicho lema fue fuertemente vinculado con una piel permanentemente bronceada y trajo sus consecuencias en forma rápida, ya que el cáncer de piel se multiplicó de manera increíble como resultado de una exposición solar sin protección, evidentes en las consultas que tuvieron lugar en los consultorios de dermatología, en las décadas de los 1970’s y 1980’s.
Las radiaciones ultravioleta B (UVB) y A (UVA), la luz visible y la luz infrarroja (IR), producen daño directo e indirecto a las capas superficiales y profundas de la piel.
La exposición UVB a largo plazo daña el ADN de la piel, lo que puede llevar al desarrollo de cáncer. Por su lado, la radiación UVA a largo plazo induce la disminución del sistema de defensas, la oxidación y el consecuente envejecimiento temprano de la piel. La luz visible e infrarroja (IR) inducen la formación de los radicales libre, los cuales oxidan las partes más profundas de la piel.
La concientización social sobre esta realidad ha desarrollado campañas internacionales para promocionar hábitos de exposición solar responsable, y esto lentamente fue incorporado por turistas de todo el mundo a la hora de vacacionar no solo en playas, sino en todo lugar donde el sol lastima la piel.
El mercado hoy (sin disimular que se trata de un negocio galáctico) tiene todo tipo de cremas y protectores solares, a los que se suman ropas, maquillaje, lentes y cristales de ventanas con protección solar.
Como decían nuestras abuelas, “el sol no es malo, lo malo es estar todo el día con él”. Hay que tomar el suficiente y evitar las horas de mayor luminosidad bajo el sol, lo que ocurre entre las 10 a.m. y las 4 p.m. Utilizar un protector solar con un factor de protección solar (FPS) mínimo de 30 y que cubra todo el espectro de luz. Y si estás en la playa y tomás un baño, volver a protegerte otra vez con el mismo protector.
Lo importante es que estas enseñanzas pasen de generación en generación, y así el Sol seguirá siendo siempre un amigo cada verano.