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Una visita al Museo de la Inmigración

Expulsados, aventureros y visionarios, llegados de todas partes de mundo, empujados por diversos motivos.

Los inmigrantes nutrieron el suelo argentino de un abanico de culturas que configuraron, a fuerza de trabajo y tradición, la identidad actual del pueblo.

Figura fundamental del siglo XVIII, llegaron al puerto de Buenos Aires en busca de progreso y paz, y la gran mayoría, sin demasiada opción, pasó sus primeros días en América a orillas del río de la Plata, cerquita del desembarco, en el Hotel de los Inmigrantes.

De un hormigón armado, pionero para la época, el hotel, de grandes salones luminosos y despejados, alojó desde 1911 hasta 1953 a miles de personas.

Los cien metros de largo por veintiséis de ancho que comprende el edificio se organizaron a partir de un amplio pasillo interior con cuatro escaleras de mármol en sus extremos, que comunicaban con las plantas superiores, donde se encontraban los dormitorios, cuatro en total, con capacidad para doscientos cincuenta personas cada uno.

En la planta inferior, el comedor, la cocina, una sucursal del Banco de la Nación y la oficina de trabajo, entre otros servicios, en donde hombres de todas las edades buscaban, esperanzados, la posibilidad de un futuro mejor.

Además, diferentes pabellones prestaban asistencia en cuento a colocación, administración, atención médica y traslado a los recién llegados, quienes luego partirían a conquistar la ciudad o el interior del país.

En 1990 el predio fue declarado monumento histórico y se decidió mantener el espíritu del lugar para erigir el Museo Nacional de la Inmigración, con el fin de fomentar y dejar constancia de las raíces de millones de argentinos.

La primera etapa del proyecto del museo se inauguró en el 2001, y permitió que hijos y nietos de quienes se “hicieron la América” pudieran palpar el pasado mediante objetos como maletas que atesora el hotel.

Además, pueden recorrerse los diferentes ambientes, consultar la base de datos informatizada por el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos y pasar horas en la biblioteca leyendo los atrapantes relatos de quienes pasaron por allí, libros y artículos de consulta disponible para el público.