Un curso corto que invita a conocer las distintas variedades y las mejores técnicas de elaboración y preparación.
El camino de la práctica sommelier, por nuestras tierras, lo inició, hace unos años, el vino. Luego fue el turno del te y, en menor medida, del aceite de oliva. Y, ahora, el tiempo y la moda hacen justicia con el café. Es que, capitaneado por Nicolás Artuzi, todos los meses se reúnen diferentes amantes de la bebida negra para aumentar sus conocimientos y, de paso, degustar sus más diversas variedades.
Como no podría ser de otra forma, el curso – que se realiza en Nucha, bar ubicado en pleno Palermo- comienza con el casi mítico descubrimiento del café, allá por el siglo IV en lo profundo de continente africano y su pasaje, primero a Medio Oriente, y más tarde al territorio de su consagración, la vieja Europa. En este recorrido temporal, la América conquistada, con la riqueza de sus suelos para el cultivo, resulta insoslayable.
Claro que a medida que se suceden los encuentros, los participantes del café van conociendo las distintas formas en las que se puede cultivar, elaborar y preparar un buen pocillo de café. Y así, el diccionario personal automáticamente se amplía con palabras que recorren disciplinas tan disímiles como la botánica -robusta o arábica-, la agricultura o la tecnología –prensa francesa-.
Por supuesto que Artuzi se luce, no sólo por sus conocimientos, sino porque transmite sus ideas con mucha claridad y (buen) sentido del humor. Así, nos va guiando hasta involucrarnos en la degustación a partir de todos nuestros sentidos. Y, para ello, cada encuentro se matiza con variedades de café provenientes de Latinoamérica, África u Oceanía, los tres únicos sitios del mundo en el que esta fruta puede cultivarse con éxito.
Como en el voley, los participantes van rotando para que, cada uno, se encargue de preparar las infusiones. Expreso o de filtro, el desafío pasará porque cada pocillo tenga su espuma, consistencia y su sabor especial. Después, sólo restará beber y darle rienda suelta al paladar. Chocolate, frutas rojas, canela. Cualquier sabor puede generarse con un sorbo de esta bebida, dependiendo, claro está, de su origen y forma de producción.
El último encuentro está dedicado al café espresso, la debilidad de los argentinos. La degustación, en esta oportunidad, se realiza con cafés molidos para máquinas tradicionales y cápsulas de café, el último grito de la moda en esta materia. Nicolás cuenta que, en Europa, las máquinas que realizan café con este novedoso método están ganando terreno a pasos agigantados.
El trayecto para convertirse en sommelier de esta infusión es un viaje de ida. Es que, después del curso, casi con seguridad, un buen pocillo de café ya no se encontrará en el bar de siempre.