Bares, teatros y múltiples versiones de entretenimiento para todas las edades.
Temprano por la mañana, Corrientes luce vacía y silenciosa. Pasado el mediodía, mientras algunos bares reciben a tardíos “desayunadores”, las esquinas se van poblando de personajes de cuentos de hadas, princesas y villanos, que promocionan las decenas de obras infantiles que se presentan en el centro porteño.
Así, la Sirentita, Cenicienta, piratas y hampones compiten en alcanzar el podio de los besos y fotos de los más pequeños, que se lanzan a sus brazos mientras padres y tíos apuran sus cámaras para retratar caras de asombro y felicidad.
Claro que cerca de las 18 horas, a medida que el sol se esconde tras los edificios y las luces se encienden, el foco se posa sobre quienes buscan procurarse una buena merienda. (No pude eludir semejante tentación y elegí “El gato negro” para degustar un clásico cortadito con pasta frola de dulce de batata).
Por su parte, otros desfilan, despreocupados, por las librerías y disquerías de la avenida confiados en encontrar algún “tesoro” inesperado.
Cuando la noche, por fin, se hace dueña de la jornada, nuevamente Corrientes cambia de propuesta. Dominan la escena parejas y grupos de amigos. Algunos, con sus tickets en mano, aprovechan el tiempo que les resta para caminar y conversar. Los que llegan más tarde, buscan opciones teatrales “under”. La oferta es casi interminable. Sólo basta caminar entre Callao y Paraná para caer en la cuenta de la cantidad de obras que, cada fin de semana, se presentan en salas, muchas de ellas ubicadas en sitios casi imperceptibles para el caminante desprevenido.
El Paseo La Plaza es un punto de encuentro obligado para los -cada vez más- amantes del Stand Up. Con más de 10 obras en cartel de ese género, parejas de hasta treinta y pico saben que ahí verán ocurrentes monólogos de comediantes que tienen como norte convertirse en “los Jerry Seinfeld vernáculos”.
Pasadas la dos de la mañana, el movimiento incesante de público comienza a atenuarse. Los actores abandonan las esquinas para ocupar el lugar en los escenarios. Algunos paseantes, claro está, deciden que es tiempo de ir a descansar, un verbo que la avenida Corrientes no supo, no sabe, ni sabrá conjugar.